CUANDO COMEN LOS LEONES by WILBUR SMITH

CUANDO COMEN LOS LEONES by WILBUR SMITH

Author:WILBUR SMITH
Language: es
Format: mobi
Published: 2009-02-28T23:00:00+00:00


20

Sean salió del cuarto de bañó con la barba erizada y una toalla envuelta alrededor de la cintura. Cantaba a voz en cuello una canción del momento mientras vertía loción papilar en sus dos manos y se frotaba el pelo con ella. Duff, sentado en uno de los sillones dorados, lo contemplaba. Sean se peinó con esmero y se sonrió ante su propia imagen en el espejo.

—Qué hombre magnífico eres —dijo a la imagen.

—Estás engordando —señalo Duff entre dientes.

Sean se mostró ofendido.

—Es músculo —dijo.

—Tienes unas nalgas como las de un hipopótamo. Sean se apartó la toalla y se miró por sobre el hombro.

—Necesito un gran martillo para impulsar a un gran clavo —se defendió.

—Calla —le dijo Duff—. Tu ingenio a esta hora es tan indigesto como el cerdo en el desayuno.

Sean sacó una camisa de seda del cajón, la agitó como la capa de un torero, hizo dos pases con ella y se la colocó a la espalda en una media verónica.

- ¡Ole! -dijo Duff sin mucho entusiasmo. Sean se puso los pantalones y se sentó para calzarse.

—Estás de muy buen humor esta mañana —dijo a Duff.

—¡Acabo de pasar por una tormenta emocional!

—¿Qué sucede?

—Candy quiere casarse con gran ceremonia en la iglesia.

—¿Y está mal eso?

—Por lo menos, no está bien.

—¿Por qué?

—¿Tan poca memoria tienes?

—¡Ah! Te refieres a tu otra mujer.

—Sí, a mi primera mujer.

—¿Le contaste a Candy acerca de ella?

—No, por Dios —dijo Duff, horrorizado.

—Ahora veo el problema. ¿Y el marido de Candy? ¿No sirve para igualar, las cuentas entre ustedes?

—No, ella enviudó.

- Qué conveniente. ¿Y sabe alguien que estuviste ya casado?

Duff dijo que no.

—¿Y François?

—No, nunca se lo dije.

—Bien, el problema está sólo dentro de tí. La llevas a las iglesia y te casas con ella.

Duff se mostró incómodo.

—No me importa volver a casarme en un juzgado de paz, ya que los únicos a quienes engañaría serían a un par de holandeses, pero entrar en una iglesia... —Duff volvió a agitar la cabeza.

—Yo sería el único que está enterado —le recordó Sean.

—Tú y el Jefe.

—Duff —le dijo Sean sonriendo—. ¡Duff, muchacho, tienes escrúpulos! ¡No puedo creerlo!

Duff se agitó en su asiento, lleno de malestar.

—Déjame pensar un poco —dijo Sean y se tomó la cabeza con aire teatral—. Sí, sí, ya pensé en algo. Eso es.

—Vamos, dímelo —Duff estaba en el borde de la silla.

—Ve a ver a Candy y dile que todo está arreglado, no solamente que estás dispuesto a casarte con ella, sino que, además, estás por levantar tu propia iglesia.

—Estupendo —dijo Duff con sarcasmo—. Me das la salida de todas mis dificultades.

—Déjame terminar —dijo Sean y comenzó a llenar su cigarrera—. Dile que quieres, además, una ceremonia civil. Creo que es lo que hacen los reyes. Díselo. Con eso la conquistarás.

—Sigo sin comprender.

—Entonces construyes tu propia capilla en Xanadu, encontramos un individuo de aspecto distinguido, lo vestimos con un cuello al revés y le enseñamos lo que debe decir. Con eso Candy estará feliz. Inmediatamente después de la ceremonia el hombre vuelve a Ciudad del Cabo y tú llevas a Candy al despacho del juez de paz.



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